El Credo Niceno (en griego Koinē, Σύμβολον τῆς Νικαίας [Sýmvolon tis Nikéas]), también conocido como el Credo de Nicea, el Símbolo de Nicea, o simplemente «el Credo» o «el Símbolo», es una proclamación que define la Doctrina del cristianismo; fue adoptado inicialmente en el Primer Concilio de Nicea en el año 325. El Símbolo experimentó modificaciones en el Concilio de Constantinopla en el año 381. La versión revisada es frecuentemente referida como el Credo Niceno-Constantinopolitano, para distinguirla de su formulación original y subrayar las ampliaciones doctrinales que incorpora.
El Símbolo de Nicea constituye la piedra angular sobre la cual se asientan las diversas confesiones de fe dentro del cristianismo. Aquellas doctrinas que divergen significativamente de este Credo a menudo se consideran ajenas al núcleo doctrinal cristiano y, por lo tanto, heréticas. El Símbolo afirma las verdades esenciales contenidas en las Escrituras, que son interpretadas, fundamentadas y expandidas por los creyentes.
Aunque el Credo emergió en un contexto histórico marcado por ciertas ideas, modelos y tradiciones entre sus redactores, no establece por sí mismo un paradigma o modelo teológico y filosófico definitivo para la comprensión detallada de las doctrinas cristianas. Dada su naturaleza generalista, permite la compatibilidad con una amplia gama de modelos filosóficos o teológicos, sin entrar en contradicción con interpretaciones más detalladas. Su carácter universal lo hace aplicable a todo el cristianismo, trascendiendo las barreras denominacionales.