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El término «demonio» (derivado del griego antiguo δαίμων [daimon], que originalmente aludía a un espíritu o genio de naturaleza ambigua) popularmente hace referencia a cualquier entidad espiritual asociada al mal y a la corrupción moral. En las tradiciones cristianas, los demonios responden a un sistema organizado, con jerarquías internas y roles definidos, encabezados por Satanás o el diablo.
Los Poderes de la Oscuridad bíblicos tienen su origen en tres rebeliones celestiales que explican el surgimiento del mal en el marco de la narrativa bíblica. Estas son: la rebelión de Satanás, la transgresión de los «hijos de Dios» en Génesis 6, y la corrupción de los guardianes espirituales asignados a las naciones tras la dispersión en la Torre de Babel. En la cosmología bíblica, el mal no es casual, sino el resultado de decisiones conscientes tomadas por seres espirituales y materiales con libre albedrío.
La primera rebelión está relacionada con Satanás, quien fue originalmente un miembro del consejo divino de YHWH, un elohim. La Biblia describe su posición en el reino celestial de YHWH como el de un guardián cercano al trono de Dios. Su deseo de usurpar la autoridad divina lo llevó a rebelarse. Como consecuencia, fue expulsado del consejo y se convirtió en el principal adversario de Dios. Su tentación a Adán y Eva en el Edén introdujo el pecado en la humanidad, lo cual inició un conflicto continuo entre el bien y el mal.
La segunda rebelión se narra en Génesis 6, donde los «hijos de Dios» descendieron a la tierra y tomaron esposas humanas, engendrando una raza híbrida conocida como los nefilim. Estos gigantes fueron destruidos en el diluvio, pero sus espíritus se convirtieron en los demonios mencionados en los Evangelios.
La tercera rebelión está relacionada a la destrucción de la Torre de Babel, donde las naciones fueron dispersadas y, de acuerdo con Deuteronomio 32:8-9, asignadas bajo la autoridad de «hijos de Dios» o miembros de la hueste celestial. Estos seres estaban destinados a gobernar las naciones en nombre de YHWH, pero se corrompieron y comenzaron a buscar adoración para sí mismos, conduciendo a las naciones a la idolatría. Israel, sin embargo, quedó bajo el gobierno directo de YHWH, el Dios Altísimo.