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»Yo vi a Pavel, el avadim resplandeciente, Guardián del Séptimo Monte ―cumbre que toca los cielos y guarda los confines de la Tierra―, mientras meditaba sobre los hilos que tejen el orden en el universo por medio de la Razón del Creador:

»Su rostro era como el sol en su fuerza y sus ojos como llamas de fuego. Vestía de luz más pura que la nieve en la Cima Eterna ―donde habitan los avadim―, y de su boca, salía una espada aguda, en la que se encontraba su poder, y con la que derribaba a los enemigos de la luz y la verdad.

Con su siniestra, contenía las Fuerzas del Abismo, emergentes del Océano Primigenio, y establecía lindes invisibles para que las criaturas abisales no ascendieran a la superficie; y con su diestra, el candado del Tiempo de las Promesas, custodiando el designio de Ahavah. Ante su luz, se inclinaban los Grandes Montes, y su nombre era llevado por los vientos hasta el último rincón del Abismo.

»Bajo sus pies, la tierra era como oro, y sobre su cabeza, un remolino de astros y galaxias deliberaban sobre la armonía del mundo creado desde los susurros de la oscuridad.

Pavel es uno de los cuatro Príncipes de Édun, entidades angelicales de la naturaleza de un avadim los cuales son llamados a proteger, de algún modo u otro, Édun, donde habitan las Criaturas de Ahavah y los avadim, el cual tiene un papel importante para el despertar del poder interno de los Apartados desde la fundación del mundo.